Porque yo sé quién es la persona que camina a mi lado, la conozco hace años y siento que es una vida lo que llevamos de la mano, y si fuesen dos vidas, sería poco para el amor que le he jurado.
No tengo miedo de gritar cuanto la amo, no temo enfrentar al mundo y hacer el ridículo para que sonría un segundo.
Dios dispuso de mí, en este momento aquí en la tierra para caminar junto a ella, para amarla mi vida entera, y después de esta oportunidad, hacer corta la eternidad en el más allá.
No temo ser el hombre que ama, que cuida, que presume la mujer de su vida, porqué si no lo hago yo, quien más lo hará; si luché por escuchar, un te amo de sus labios, por tomar su mano, como el novio, amigo y protector de sus latidos.
Estoy dando todo de mí, porque no sé amar a medias, y es imposible igualar el amor que me da ella.
No pretendo hacerles entender lo esencial para la vida, si aún viven calculando las medidas de un cuerpo con mente vacía. Tal vez les parezca intensa mi forma de querer, pero si el día de mañana, quien más amo me faltara, si se fuera sin despedirse, no me alcanzaría la vida para arrepentirme de no haber amado sin miedo, dándolo todo, cada instante. Porque el amor es la fuente infinita de la felicidad, y aquella personita es el principio de mi alegría y el final de mi soledad.
Voy a dar todo de mí, absolutamente todo, ya que la intensidad de querer no solo se da piel a piel, pues, apreciar a quien nos quiere, es la forma más bonita de agradecer a la vida y a Dios por aquella bendición.
Amen sin miedo a aquella persona que decidió apoyar sus sueños, y abrazarlos en medio del infierno, para llevarlos a conocer el cielo.
