Mucha gente le está plantando cara al coronavirus entregándose todas las noches al “teteo” o la disipación como una forma de eludir o minimizar las turbulencias de la pandemia.
Desde mucho antes de que el gobierno soltara en banda la restricción del toque de queda para dar una sensación de gradual retorno a la normalidad, las esquinas y otros espacios públicos o privados se convirtieron en puntos de encuentro o “juntes” festivos de los ciudadanos.
La tónica del “teteo” es la de una apertura total, desinhibida, para beber alcohol, fumar hookah, drogarse y bailar sin mascarillas, como un repudio consciente al encierro o el confinamiento pautado por el toque de queda o por las órdenes de distanciamiento físico.
Ahora es que hay “teteo” generalizado en el país, lo cual puede conllevar a una peligrosa confluencia de factores que desencadenen una tercera ola de Covid en Semana Santa y en las vísperas del retorno gradual a las clases presenciales.
El hecho de que estemos avanzando en la vacunación contra el coronavirus no es una garantía de inmunidad de rebaño temprana, pues hay que esperar varias semanas después de la segunda dosis para que el inoculado esté menos vulnerable al virus.
Y con múltiples variantes ultra contagiosas del Sars-Covid-2 revoloteando en el ambiente, el peligro se acrecienta.
Advertir esto no cae bien a los amantes del “teteo” ni a aquellos que quieren apresurar una normalidad que aún está lejos.
Con solo mirar la montaña de más de 3,226 muertes que hemos registrado en un año es suficiente para medir lo ominosa y grave que ha sido y sigue siendo esta pandemia.
