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Cómo serán los primeros 100 días en la Casa Blanca de Biden o los del segundo mandato de Trump

Con suerte, el resultado de las elecciones en Estados Unidos se conocería al mediodía del día siguiente, el 4 de noviembre. Aunque, lo más probable es que ese proceso se extienda por varias semanas teniendo en cuenta la escasa diferencia entre los candidatos en estados clave que pueden volcar el resultado para uno u otro lado. A pesar de esto, tanto el demócrata Joe Biden como el republicano Donald Trump ya están trabajando en lo que podría ser una transición o una continuidad, en los equipos que los acompañarán en los próximos cuatro años y en las medidas que siempre se toman en los primeros cien días de gobierno o reelección porque después son mucho más difíciles de aprobar.

Si Biden gana, el nuevo presidente electo se enfrentará a enormes presiones para poner en práctica una larga lista de prioridades que van desde la política exterior a la crisis climática, revirtiendo muchos de los cambios radicales implementados por su antecesor. En el campo de Trump, el arquitecto de la política de inmigración de línea dura de la Administración, Stephen Miller, ya tiene un cajón lleno de órdenes ejecutivas listas para ser firmadas en estilo “shock and awe” (conmoción y asombro) si Trump es reelegido. Se refieren a medidas contra la migración, el refuerzo policial en las calles de las ciudades donde en los últimos meses se registraron violentas protestas y la apertura de la economía como prioridad por sobre las restricciones de la pandemia.

En contraposición, la primera y más apremiante tarea de Biden en sus primeros 100 días en la Casa Blanca sería poner en marcha un nuevo plan nacional para luchar contra la crisis del coronavirus, que para ese entonces se podría haber cobrado 350.000 vidas -más que cualquier otro país del mundo-, así como tomar medidas para apuntalar la economía afectada por la pandemia. Todo, dentro de una lucha interna en su propio partido, entre los moderados como Biden y los de centroizquierda que pretenden reformas profundas e inmediatas para revertir las políticas de Trump que desmantelaron las que había llevado a cabo el progresista Barack Obama. “No la tiene nada fácil. Básicamente tiene que hacer algo histórico”, dijo a The Guardian, Saikat Chakrabarti, activista demócrata y ex jefe de personal de la progresista congresista neoyorquina Alexandria Ocasio-Cortez. “Se trata de una situación inédita, con una pandemia, una recesión, una división social y un desempleo que no vimos antes y todas esas expectativas van a estar sobre los hombros de Biden”.

En el caso de un segundo mandato del actual presidente, la coincidencia es que será un “Trump recargado”. “Mucho más de lo mismo, pero con los supremacistas blancos reivindicados y saliendo en patrullas armadas para combatir cualquier disidencia. Es algo impensable que podría suceder en Estados Unidos, pero es lo que lamentablemente veremos si Trump se queda en la Casa Blanca y mantiene la mayoría en el Senado. Va a ser una transformación radical de este país”, dijo a Infobae un analista político hispano que trabaja cerca de la campaña de Biden y que prefiere que no se publique su nombre. Desde ya, los grupos armados de la ultraderecha que se vieron en los últimos meses apoyando a Trump y protestando contra las medidas restrictivas tomadas por los gobernadores demócratas para contener el Covid, se verán respaldados y buscarán más poder.

Lo mismo sucedería con respecto a la política de migración. Se sabe que el asesor Stephen Miller prepara una legislación para que se le niegue la nacionalidad a los nacidos en Estados Unidos de padres indocumentados así como el permiso de residencia a cualquiera que haya entrado en forma ilegal al país. También se seguirá construyendo el muro en la frontera con México. Y en política exterior, es probable que se profundice la guerra comercial con China en la que ambos países luchan por ser quién lidere la revolución científico-tecnológica de la segunda mitad del siglo. Tal vez, reconozca a Taiwán para hacer enojar a los jerarcas de Beijing. Va a haber un acercamiento a Gran Bretaña en detrimento de los acuerdos con la Unión Europea. Continuará la vista gorda al expansionismo de la Rusia de Vladimir Putin, así como los de la derecha dura israelí encarnada en Benjamin Netanyahu.

Con respecto a Biden, todo va a depender de si los demócratas recuperan o no el control del Senado. Si lo hacen, estarían en posición de proponer “un New Deal” al estilo del de Franklin Delano Roosvelt aggiornado a la tercera década del siglo XXI. Si el Senado sigue en manos de los republicanos, iniciativas de ese tipo serían imposibles de realizar. En ese caso, se tendría que contentar con poner en práctica un paquete de medidas para contener la pandemia mientras revitaliza la economía. “En muchos sentidos, van a experimentar la misma situación que tuvimos con Barack en 2009. Pero en algunos aspectos mucho peor”, explicó a la CNN el ex secretario de trabajo adjunto de la administración Obama, Chris Lu, quien dirigió el equipo de transición en ese momento. “Llegamos durante la Gran Recesión, y el equipo de Biden también va a tomar el control dentro de una recesión. Tienen el desafío adicional y mucho más difícil de lidiar con una crisis de salud pública también.”

En ese sentido, Biden ya propuso un plan para contener el Covid basado en los consejos de los científicos que incluye hacer obligatorio a nivel nacional el uso de máscaras, la ampliación del programa de pruebas y rastreo de contactos, medidas para limitar la facturación médica de los tratamientos, y una mayor asistencia financiera federal para las familias en dificultades. Los demócratas intentarían aprobar un paquete de ayuda de dos billones de dólares que ahora tiene la resistencia republicana. El resto, son iniciativas para revertir lo que consideran las medidas más perjudiciales que tomó el multimillonario neoyorkino desde el Salón Oval de la Casa Blanca. Esto incluye reingresar al acuerdo climático de París, del que Estados Unidos saldrá el 4 de noviembre, 24 horas después de las elecciones. También se reincorporaría al acuerdo nuclear de Irán de 2015, en el que Teherán acordó limitar sus actividades nucleares a cambio del levantamiento de duras sanciones económicas. Y presionaría por una extensión del plan de seguro médico de Obama, que Trump y sus aliados han intentado desmantelar repetidamente. Así como una profunda reforma policial para prevenir más casos de brutalidad y racismo.

Biden también firmaría una extensión de tratado New Start con Rusia, el único acuerdo de control de armas que sobrevivió a la era Trump. Si Moscú está dispuesto (y el presidente ruso, Vladimir Putin, ha sugerido que lo está), el tratado puede ser extendido otros cinco años mediante un simple intercambio de notas diplomáticas. Y actuará inmediatamente para restaurar la asociación de Estados Unidos a la Organización Mundial de la Salud (OMS) que fue cancelada por la actual Administración. “Creo que parte de lo que van a hacer es tratar de reconstruir el orden internacional, no para que se vea exactamente igual que antes, sino para que una vez más se centren en las normas, acuerdos y tratados internacionales”, explicó a The Guardian, Ben Rhodes, el asesor de política exterior de Obama. “Y luego habrá otras áreas en las que hay que empezar de cero como si un huracán hubiera pasado y lo hubiera volado todo”. Rhodes cree que una de las prioridades de Biden tendría que ser la convocatoria de una gran cumbre global para colocar nuevamente a Estados Unidos como “la potencia democrática que se enfrenta a los poderes autocráticos”.

Antes, en la transición, si es que tiene tiempo y no se debe dedicar totalmente a defender legalmente un supuesto triunfo en las urnas que fuera desconocido por el campo republicano, Biden tendría que lidiar con el ala más progresistas de su partido que desea ver a sus líderes como la senadora de Massachusetts, Elizabeth Warren, el senador de Vermont, Bernie Sanders, o Lael Brainard, miembro de la junta de gobernadores de la Reserva Federal, en posiciones poderosas y de alto perfil. Warren es considerada como una potencial secretaria del Tesoro o Fiscal General. Sanders tiene la vista puesta en dirigir el Departamento de Trabajo. Brainard también es mencionado como posible secretario del Tesoro. En el caso de Trump, las presiones son para que colaboradores del ala dura como Stephen Miller, el asesor de migración, y representantes más cercanos a los poderosos predicadores evangelistas y las milicias ultranacionalistas tengan un papel más importante dentro de la Casa Blanca.

Todas esas fuerzas son las que se desatarán apenas se despeje la bruma que podría ocasionar un lento recuento de votos o la presentación de recursos legales para dirimir los resultados de las elecciones en los estados más disputados. Sabremos algo más cuando veamos las primeras luces del próximo miércoles o jueves y los somnolientos funcionarios terminen de contar los 70 millones de votos que se emitieron con anticipación.

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